No somos una generación frágil.
Somos una generación sedienta.
Sed de sentido.
Sed de verdad.
Sed de algo que no se rompa, que no se apague, que no termine.
Vivimos hiperconectados, pero nunca nos sentimos tan solos.
Tenemos millones de estímulos al alcance de la mano, pero cada vez cuesta más encontrar algo que verdaderamente toque el alma.
Deslizamos pantallas como quien busca agua en el desierto.
Buscamos validación, pertenencia, identidad.
Y sin darnos cuenta, terminamos creyendo que la felicidad viene en forma de “me gusta”, de compras impulsivas, de cuerpos perfectos o de noches que prometen mucho y dejan poco.
La verdad es simple y brutal:
cuando la pantalla se apaga, el vacío sigue ahí.
Un vacío tan profundo… que asusta.
¿Por qué duele?
Porque estamos intentando llenar un hueco eterno con cosas que duran un instante.
Estamos buscando vida en lo que no tiene vida.
Hay una parte de nosotros —la más real, la más silenciosa— que grita:
“Falta algo.”
Y no es debilidad.
Es memoria espiritual.
Fuimos creados para lo Infinito.
Por eso lo temporal nunca alcanza.
Dios no es religión.
Dios es Origen.
Es el Diseñador que conoce cada fibra del alma humana.
Él entiende por qué sentimos lo que sentimos, por qué nada nos satisface del todo, por qué la sed vuelve una y otra vez.
Y cuando un joven se atreve a levantar la mirada del ruido y fijarla en lo Eterno…
algo despierta.
Algo se enciende.
No se necesita perfección.
Dios siempre ha usado a rotos, a heridos, a buscadores.
Es en la grieta donde la Luz entra con más fuerza.
Hoy, esta generación está cansada de imitaciones.
Anhela verdad.
Anhela propósito.
Anhela algo que no se desgaste con el tiempo.
Por eso creemos en un movimiento que no nace de la moda, sino del espíritu.
Un movimiento que no sigue tendencias, sino propósito.
Un movimiento que no se apaga, porque su fuente es eterna.
No estamos perdidos.
Solo estábamos mirando en la dirección equivocada.
El sacrificio no es decirle “no” al mundo.
El sacrificio es animarse a ser auténtico en un mundo lleno de copias.
El camino es claro:
cuando caminamos con Aquel que creó la Luz,
la oscuridad deja de asustar.
Bienvenido a Eternal.
Donde lo temporal deja de dictar quién sos.
Donde lo eterno empieza a hablar más fuerte.